jueves, 26 de enero de 2012

Besos robados

Hace algunos años que la escribí, pero es una de mis favoritas...


A los colores marchitos de los que nadie se acuerda,

a las lágrimas teñidas de reflejos de ayer,

a los suspiros rotos que murieron en vela,

a los lugares prohibidos con sabor de mujer.


A los besos robados que aún buscan dueño,

a las cartas de amor que morirán sin firmar,

a los abrazos perdidos, a los bostezos sin sueño,

y al vestido de princesa que no quisiste llevar.


A los cuentos de hadas de la legión extranjera,

a los ángeles que sangran en algún hospital,

a las almas heridas, a los magos sin chistera,

a las mentes que sueñan con poder escapar.


A los matones de esquina que buscan convento,

a las damiselas de cuento sin domesticar,

al callejón sin salida de la calle tormento

y a tu mirada de bruja de Peter Pan.


A los poetas solteros que buscan a musas

en putas baratas de copa y hostal,

a los locos que gritan a colegialas confusas

y a los ancianos que aguardan su punto y final.


A tu sonrisa sincera, que no teme a nada,

cuando la lluvia cae y moja el cristal.

viernes, 13 de enero de 2012

Ilustraciones nocturnas

Os dejo un dibujito que hice el otro día...



Coitus interruptus

Si tuviera un idilio romántico con la pareja de mis sueños, aquella sin la que no puedo vivir, la llevaría sin duda a Durban. Una ciudad exótica, alejada de todo y a la vez tan viva y bulliciosa como para coronarse como tercera capital más importante de Sudáfrica. Al ponerse el sol sobre el Índico, sus solitarias playas de arena blanca y aguas cristalinas se convertirían seguro en el lugar idóneo para declarar amor eterno a mi chica, seducirla y desatar la pasión desbocada.

Lamentablemente, mis elucubraciones románticas no son únicas y originales pues, al parecer, los representantes de los 195 países que conforman la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se me han adelantado, y han decidido, tal vez atraídos por la belleza natural del entorno, pasar unos días en esta ciudad de ensueño para dar rienda suelta a su particular romance con el planeta.

Me pregunto si habrán tenido cuidado. Si habrán sido precavidos. Dicen los entendidos en las artes amatorias que no basta con saber elegir el lugar, el momento y las palabras y gestos adecuados. Parece que en estos menesteres hay que saber estar a la altura y dar lo mejor de uno mismo hasta el final o, de lo contrario, lo maravilloso, mágico y trascendente de la ocasión puede tornarse, de un segundo a otro, en una situación de reproche y llevar a un desenlace cuanto menos decepcionante para una de las partes.

Leo estos días las conclusiones de los expertos sobre lo acontecido en Durban y me asaltan las dudas. En cada párrafo, cada acuerdo firmado me recuerda demasiado a una de esas historias de amor sin final feliz, una de ésas que ya hace muchos años que dura y en la que, tras un fingido arrepentimiento y promesas que no se van a cumplir, tras las caricias, los besos y, puede que incluso, tras los gemidos de reconciliación, una de las partes, la misma de siempre, termina una vez más frustrada e insatisfecha.

Tal vez sea producto de mi mente enferma, lo reconozco, pero todo se parece demasiado ese orgasmo que nunca llega, a esas clases de planificación familiar en el instituto, a aquello que los expertos llaman coitus interruptus y que la mayoría de los mortales conocemos como la marcha atrás, uno de los métodos contraceptivos más tradicionales y menos recomendados, no sólo por la frustración e insatisfacción que puede llegar a provocar en una de las partes, sino por su ineficacia probada y por los peligros y riesgos asociados que conlleva.

Dicen los informes que, a pesar de mis dudas, quizás infundadas, este romance aún no ha terminado y que los amantes van a volver a encontrarse en algún lugar de Qatar durante este próximo año 2012. Quizás ésta sea su última oportunidad. Han habido demasiados flirteos románticos en demasiados destinos exóticos, Kioto, Copenhage, Cancún, Durban. Demasiadas promesas incumplidas, ilusiones y planes de futuro que se han derrumbado.

Tal vez no sea demasiado tarde. Tal vez sea hora de arriesgar, de estar a la altura de las circunstancias y de dar lo mejor de nosotros mismos. Tal vez sea hora rebautizar a nuestro entorno, de quitarle el adjetivo y dejar que crezca y, quizás así, sólo quizás, el medio ambiente dejará de ser medio y no se quedará siempre a medias.